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Maneras de leer

29/09/2007

 

De la amenísima y más que recomendable Una Historia de la Lectura, para todos los que la aman:

Leemos para descubrir el final, por mor de la historia. Leemos sin afán de alcanzarlo, por mor de la lectura misma. Leemos minuciosamente, olvidados de lo que nos rodea: leemos distraídamente, saltándonos páginas. Leemos despreciativamente, con admiración, de manera negligente, apasionados, envidiosos, anhelantes. Leemos con ráfagas de repentino disfrute, sin saber lo que ha provocado ese placer. […] Leemos en largos y lentos movimientos, como flotando en el espacio, ingrávidos. Leemos llenos de prejuicios, maliciosamente. Leemos generosamente, encontrando excusas para el texto, llenando vacíos, corrigiendo faltas. Y, a veces, cuando las estrellas nos son propicias, leemos conteniendo la respiración, estremeciéndonos, como si alguien o algo “hubiese caminado sobre nuestra tumba”, como sí, de repente, hubiésemos recuperado un recuerdo salido de lo más hondo de nosotros mismos: el reconocimiento de algo que ignorábamos hasta entonces que se hallara ahí, o de algo que vagamente sentimos como un chispazo o una sombra, cuya forma fantasmal se alza y desaparece en nuestro interior antes de que podamos ver lo que es, pero haciéndonos más viejos y más sabios.

Una entusiasta reseña de la obra se puede leer en El gusanillo de los libros.

Alberto Manguel, Una historia de la lectura, Alianza Editorial, Madrid, 1998.

En la imagen, un cuadro de la pintora impresionista Mary Cassat (1894-1926) titulado Leyendo a los niños. Para ver una galería de cuadros de esta pintora, pincha aquí.

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7 comentarios leave one →
  1. 29/09/2007 20:15

    Elisa, yo te leo generosamente, sabiendo que en tus palabras voy a encontrar ideas que me van a ser útiles, personal y profesionalmente.

    Un amplio abanico de opciones que manejamos cada vez que leemos y que van más allá de la teoría literaria.

    Encantado, Javier

  2. 29/09/2007 21:10

    Lo importante es que… a pesar de contratiempos, obstáculos, impedimentos, contrariedades, tropiezos, complicaciones… a pesar de todo leímos, leemos y leeremos.
    ¿Podrán decir lo mismo los jóvenes lectores que ahora se inician en la comprensión de otros mundos a través de la lectura?

  3. 29/09/2007 23:08

    Me recordó a las Formas de atención, de Frank Kermode, un libro más histórico y sesudo, pero que disfruté en su momento (en realidad, lo he leído con ganas dos o tres veces). Y me hace pensar que invitar a leer es invitar a ser libre, porque quizá la mayor gracia de los libros (si es que se puede simplificar tanto) sea que hasta el más raro de nosotros puede encontrar los libros que lo apasionen, lo comprendan o lo hagan crecer. Eso me parece más importante que leer esto o aquello, clásicos o modernos, nacionales o extranjeros…
    Y nada más, voy a seguir leyendo tu/vuestro blog. No lo conocía (porque yo he tardado en ponerme las pilas con el tema bloguero, aclaro) y veo que está lleno de reflexiones y enlaces sobre literatura juvenil, entre otras muchas cosas interesantes. ¡Gracias!

  4. 30/09/2007 17:46

    Leer debe formar parte de esa inclinación natural del ser humano hacia el conocimiento que decía Aristóteles. Yo descubro a mi hijo de cinco años, ahora que casi ha descifrado el alfabeto, leyéndolo todo, desde los rótulos de los supermercados a las tapas del yogurt. Si además le añadimos la ficción, el poder de crear y recrear otros mundos …

    (He intentado buscar tu correo sin éxito. Si me escribes al mío te mando un archivo que nos pasaron el curso pasado sobre trabajar por proyectos).

    • daniela permalink
      04/02/2010 14:28

      hola esta muy bien que sigan por ese camino ,los felecitos

  5. 01/10/2007 00:15

    Pues a través de vuestros blogs yo también os leo, con admiración, a veces con envidia, y aprendo, me divierto, reflexiono, y nunca deja de sorprenderme este nuevo modo de conversación que permite que hasta el más raro de nosotros, como dice Darabuc, encuentre un interlocutor a quien leer y por quien ser leído.

    María José, qué suerte disfrutar esos momentos en que los niños están ávidos de descubrimientos y todo es nuevo y sorprendente. Es el momento de echar las semillas. Luego viene la etapa dura, pero pese a los momentos de incomunicación de la adolescencia, aquello que sembramos aparece cuando menos lo esperamos.

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