Cuentos sufíes
Siguiendo con los microcuentos, el que reproduzco a continuación procede de una recopilación de cuentos sufíes realizada por Juan Bautista Pino Pérez en las Publicaciones de la Yama’a Islámica de Al-Andalus
Las cosas no son lo que parecen
Un hombre viajaba tranquilamente en su coche. Sucedió que al entrar en una curva peligrosa, otro coche salía de ésta dando volantazos y viniendo hacia él de manera muy peligrosa. Al pasar a su lado casi rozando, gritó su conductor:
-¡Cerdo!
El primer hombre indignado le respondió con otro insulto y continuó como pudo entrando en la curva y una vez pasándola se encontró de inmediato con un enorme cerdo, que no pudo esquivar y al que golpeó saliéndose de la carretera y quedando tirado en la cuneta.
El el de la foto es (era) mi coche; ayer fue embestido por un individuo que, circulando por una vía prohibida a los vehículos privados, se saltó un semáforo a toda velocidad. Los tripulantes, mi marido y mi hijo, afortunadamente salieron ilesos, el otro también. Curiosamente, todo ocurrió junto al túnel de la calle Torneo. Me estoy plateando reescribir el microrrelato. Es fácil: Nada (nadie) es lo que parece. De momento, me voy a celebrar que estamos vivos.
Creo que es difícil escribir microrrelatos con los pelos de punta y temblor de extremidades…
Menudo susto.
La realidad supera la ficción ¡máquinas diabólicas!
Me alegro, sinceramente, de que estéis todos bien.
Besos.
Me alegro de que, al final, todo quedara en un susto y estén bien.
A veces (demasiadas veces) no somos conscientes, incluyámonos todos, de que tenemos en nuestras manos una máquina muy peligrosa si no la usamos con responsabilidad.
También en demasiadas ocasiones somos tan egocéntricos que pensamos que las normas están únicamente para molestarnos, y solo alcanzamos a considerar «¡cerdo!» como un insulto…
Un saludo.
Gracias a los tres. Tenéis toda la razón, Puri y Angus, no nos damos cuenta de que llevamos máquinas que pueden matar, y que matan. Hemos tenido mucha suerte.
Celébralo pero bien porque la foto es de las que ponen los pelos de punta. Me alegro de que sólo haya habido desgracias materiales, incluso en el caso del «cerdo».
Qué susto. Me alegro también de que no haya pasado nada.
A veces, la suerte acude sin que la solicitemos. Viajaba en el coche. No cabe duda.
Os agradezco, a los tres, vuestros ánimos. Sí que viajaba la suerte, pero también la prudencia. Menos mal que llevaban los cinturones de segurida, si no, no lo cuentan.
Elisa: !Qué susto! y ¡Qué gusto saber que han salido ilesos!
Te leo, cuantas veces puedo, y siempre te recuerdo. Cada vez tu blog está mejor.
Un saludo desde México. Ah… y aquí sí, que como diría Sabines ;): «… a mí me encanta Dios…»
Katy, cuánto tiempo sin noticias tuyas. Me encanta que me leas. Y también me gustaría leerte, ¿por dónde andas? Un beso.