Racha de suerte

Capitel en la colegiata de Alquézar
La serpiente me quedó demasiado gorda, en el centro, con sus dientes bien afilados y sacando la lengua partida. Adán y Eva me habían salido mejor, desnudos, tapándose sus partes con las manos, las caras llenas de tristeza. Ya nadie encarga las pinturas de los milagros para dejarlas en las iglesias, prefieren fotografías, y los zapatistas han ahuyentado a los turistas, así que los doscientos pesos que me dio la señora me cayeron como del cielo. Era un capricho que tenía desde chiquita, me contó, de cuando estudiaba el catecismo. Aquella noche les dimos a los niños tamales de pollo y durmieron con la panza llena.
Cuando, a los pocos días, le picó a la doña la víbora barba amarilla mientras sembraba fríjoles en la milpa y el veneno la mató, maldije mi mala suerte; la chingaste, viejo, pensé, no vuelves a vender ni uno. No podía imaginar que empezaría a tener más encargos que nunca. Siempre Adán y Eva saliendo del Paraíso. No olvides la serpiente, me decían. De repente todos tenían suegras, cuñados, hermanos o vecinos a quien regalar cuadritos.
¡Qué bueno, Elisa!
Desde luego, tiene el tono y el encanto que requiere el microrrelato. Enhorabuena.
Gracias, Carlota y Antonio, por leerlo y por los ánimos.
Final ocurrente. Como debe ser.
Empiezas a tener seguidores de tu faceta como cuentista.
Es un relato estupendo Elisa. He aprovechado para ponerme al día. Llevaba mucho tiempo desconectado. Ciclotímico que es uno. He «estudiado» el blog colectivo de 4º para ver me impregno de energía e ideas. Un saludo desde Zaragoza.
Jesús, espero que te animes a continuar en este empeño y poder volver a leer tus entradas. Da recuerdos a mi ex-orientador y actual compañero tuyo, dile que lo echamos de menos.
Muy buen cuento.