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Gracias, Junta de Andalucía

02/11/2008

Éste es un relato de ficción, cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.

Tiene que reconocer que en un primer momento le molestó. Tener que firmar todos los días, a la entrada y a la salida, además en todas y cada una de las clases que impartía, en las horas de guardia y las de guardia de biblioteca -que eran las que más se le olvidaban, porque antes de salir al patio había que ir corriendo a la sala de profesores para estampar la certificación de que en ese momento estaba en otro sitio cumpliendo una tarea- sumaba entre seis y siente firmas diarias. Le sentó mal la falta de flexibilidad; aunque solía cumplir el horario, había veces que, en las horas no lectivas, se marchaba algo antes, si no tenía la compra hecha o la comida preparada, y otras veces, si tenía tarea, se quedaba algún tiempo más. Le había costado bastante tiempo, pero por fin descubría qué era ser funcionaria: fichar a la entrada y a la salida y rellenar infinidad de informes, memorias, programaciones y formularios. Eso era lo que le iban  a exigir y decidió cumplirlo a rajatabla.

Intentó contabilizar el número de horas que le había llevado montar, sin que nadie se lo encomendara, la página web del instituto. En su casa, porque la velocidad en  la red del centro era tan lenta que subir un archivo multiplicaba por diez o por veinte el tiempo que tardaba en su ordenador. Con su conexión, que le costaba un dinero todos los meses. ¿Cuánto tiempo decía la Orden de la Consejería de Educación que debía dedicar a trabajar fuera del centro? ¿Cinco horas y media a la semana? Con noventa alumnos de primero de ESO, cuadernos que revisar, redacciones y dictados que corregir y la planificación de las sesiones semanales el tiempo que necesitaba excedía con mucho esas horas. ¿Cuándo elaboraría material de refuerzo, seleccionaría lecturas, o prepararía las actividades interactivas que luego colgaba en los blogs de aula para trabajar con los ordenadores portátiles que habían conseguido con el proyecto Tic? En realidad, pensó, los ordenadores sólo le traían sofocones: después de haber preparado cuidadosamente el trabajo tardaban una eternidad en conectarse a la red, el relojito dando interminables vueltas, para desconectarse después en el momento más inesperado dando al traste con el trabajo de los alumnos, que la reclamaban simultáneos e impacientes, haciendo que saliera del aula exhausta, despeinada y sudorosa. Al menos le quedaba el libro de texto, por suerte esta vez en el Departamento no se habían equivocado demasiado, era bastante aprovechable. Aún así, si quería revisar a fondo los cuadernos, no le daba tiempo en cinco horas y media. Podría hacerlo en las guardias, es cierto que hasta entonces esas horas, si no tenía que atender a ningún grupo cuyo profesor estuviese de baja, las empleaba en la catalogación de libros, pero eso no iba a revisarlo el inspector. Sólo tenía en su horario una hora semanal de dedicación a la biblioteca, se limitaría a ella, en realidad a nadie le importaba que la catalogación estuviese o no hecha.

Al principio sintió un vacío. Llegar a casa y no conectar el ordenador, no tener una unidad didáctica que preparar, un ejercicio que diseñar, no buscar un libro para recomendar, no tener que redimensionar las fotos de la última salida extraescolar para colgarlas en la galería de fotos de la web. De pronto recordó aquella novela policíaca que le habían recomendado y que había pedido prestada a su tía. La empezó y recuperó una antigua costumbre, perdida, de sentarse después de comer y leer de un tirón desde la página 50 hasta la 225 porque no podía levantar la vista del libro. A veces se escapaba antes de anochecer y volvía a encontrarse con sus amigas, aquellas con las que tomaba café cuando sus hijos eran pequeños y salían de las actividades extraescolares. Desempolvó el libro de recetas y se permitió el lujo de elaborar, en ocasiones, canelones con requesón y espinacas o pastel de cabracho en lugar de las consabidas judías, lentejas y verduras hervidas que se hacían solas en la olla exprés y que a veces se le pegaban porque se le iba el santo al cielo enfrascada con el ratón.

Una tarde de otoño salió a dar un paseo, sola, recorrió la nueva avenida peatonal por la que se afanaban compradores y turistas, gente que volvía del trabajo y grupos de estudiantes con sus carpetas bajo el brazo que salían de la Biblioteca de la Universidad. Sintió una libertad semejante a la que había gozado cuando era uno de ellos, sin responsabilidades familiares ni profesionales. Se dio cuenta de cuánto debía a las nuevas disposiciones que le habían recordado cuál era su horario laboral. Levantó los ojos al cielo y dijo, casi con devoción: Gracias, Junta de Andalucía.

19 comentarios leave one →
  1. 02/11/2008 14:55

    Yo cuando la Junta de Andalucía decida implantarnos el chip detrás de la oreja, haré lo mismo. De bien nacidos es ser agradecidos.
    Un buen texto el tuyo para explicar al alumnado lo que es la ironía.

  2. 02/11/2008 17:59

    Muchas veces pienso, después de dedicar en el último año 2.000 horas de trabajo personal y extra en mi casa todos los días, fiestas y vacaciones incluidas, a las TIC para mejorar mi actividad docente y la de mis compañeras y compañeros de trabajo (ejerzo de coordinador TIC con menos de dos horas semanales a mi disposición para ello en el centro), qué ocurriría el día en que a todo el profesorado TIC le diese por plantarse y no hacer más que aquello para lo que le dan tiempo y por lo que se le remunera.
    Estamos tirando del carro, pero a costa de nuestro sacrificio y a través de la motivación de nuestra vocación como enseñantes.
    Si hay tanto que agradecer a la Junta de Andalucía, no sé que habrá que hacer con la Xunta de Galicia…

  3. 02/11/2008 18:39

    Maravilloso texto.
    Cámbiese la palabra Andalucía por cualquier otra comunidad.
    Y ya se sabe que la realidad supera con creces a la ficción…

  4. 02/11/2008 21:56

    No creo que aguantes mucho esa vida semicontemplativa: ya llevamos en la sangre el veneno de lo 2.0.

    De ti se puede decir lo mismo que del Cid: «¡Dios, qué buen vassalo si oviesse buen sennor!»

    Ánimo.

  5. 02/11/2008 22:50

    Hola Elisa, en Almería también estamos sintiendo la presión de la Administración ( no me atrevo a decir «educativa»). En un clima de desconfianza no prospera nada bueno ni sincero. Es como si de pronto importara más la cantidad que la calidad. A nadie se le ocurre informarse si eres o no un buen profe, eso les trae sin cuidado, les preocupa exclusivamente tu horario personal. Afortunadamente no hacemos las cosas para que se nos reconozcan ni nos feliciten por ello. Las hacemos porque nos gusta y nos produce satisfacción. Creo que hay algo de narcisismo en eso: nos gusta vernos como nos gustaría vernos. Creo que me estoy liando.

    En fin, creo que no podrás dejar de hacer lo que normalmente haces porque lo haces para tus estudiantes y ellos no tienen culpa.
    Mi solidaridad y un abrazo desde Almería.

  6. 03/11/2008 00:00

    Lo mejor de tu texto, la claridad, lo peor lo parecido a la dura y cruda realidad.
    No creo que vayas a aguantar mucho desligada del tema, me parece que lo llevas dentro.
    Es cierto que somos much@s los que nos entusiasmamos con ésto de las TIC y les echamos más tiempo del que tenemos, quitándoselo a nuestro ocio, vida personal, familiar, etc.. pensando que al menos nos deben agradecer algo, pero nos equivocamos…
    Una vez que busqué una pequeña consideración, que pensaba me merecía, me dijeron: Aquí somos números, ¡te ha tocado y ya está!
    Esa frase me molestó y tomé una decisión parecida a la tuya, pero que no puedo mantener porque este mundillo me tiene enganchada…
    Animo y haz lo que te pida el cuerpo..

  7. 03/11/2008 00:21

    ¡Qué bien estaría si fuera ficción! ¿Tú cres que los de la Junta se darán cuenta de la ironía? ¡Qué bien estaría si se preocuparan de sacar a Andalucía de los últimos puestos de todos los indicadores de bienestar, y sobre todo en educación!
    ¡Ánimo!

  8. 03/11/2008 00:31

    No sé qué nos pasa que estamos todos muy escépticos últimamente. Será porque ponemos tiempo, materiales, dinero y ganas, para que luego nos pasen la mano por el lomo y se rían de nuestra ingenuidad…
    Demoledor tu artículo, y no precisamente por ese «final feliz».

  9. 03/11/2008 16:58

    «Éste es un relato de ficción, cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.» Esta introducción nos pone a todos sobre aviso. Y más a los que conocemos tu trabajo en la Red.
    Como dice Antonio, andamos un poco cansados. El cansancio educativo no es ficción, y si lo es, pertenece al género de los relatos de miedo.

    ¡Que empiecen a temblar las administraciones!

  10. Ana permalink
    03/11/2008 18:33

    Genial. No se me ocurre nada mejor. Y sigue disfrutando de la vida, que ya está bien.

  11. 04/11/2008 21:12

    Desde Madrid con el mismo sentimiento. Las cosas están de mal en peor.
    ¡Ánimo!

  12. 04/11/2008 23:59

    Gracias a todos, de verdad, por vuestros comentarios y vuestros ánimos.
    De todas maneras, insisto en que es un texto de ficción, basado en algunos elementos de la realidad, pero hay ironía, como señala Miguel, y también hipérbole. Aunque este año me esté tomando las cosas con más calma, no es una declaración de principios.

    Nos seguimos leyendo.

  13. 05/11/2008 17:28

    Ya, pero «la sustancia persevera en su ser», o algo parecido (Spinoza, dixit). Vamos, que no se puede dejar de ser lo que se es… Luego está la administración, la rutina, sus cosas, sus incomprensiones, sus inercias… No sé. Ironía y melancolía, un estado de ánimo…, el de muchos.

    Un saludo.

  14. 07/11/2008 01:39

    Genial el texto. Vengo de leer a Lola y ahora veo lo tuyo. Y repito lo que le dije a ella: visto con ojos de Madrid lo vuestro parece, todavía, soportable.

  15. 11/11/2008 19:03

    ¡Magnífico texto, Elisa!

    Pero, ¿sabremos adaptarnos por completo a esa vida de funcionarios que tú relatas? Lo veo difícil…

    Y el problema está en que no trabajamos para satisfacer a la Junta de Andalucía, sino para formar a unas personas que, siendo consideradas números como nosotros, cada vez preocupan menos a las administraciones educativas. Ellos son las verdaderas víctimas de toda la política absurda que se cuece en torno a la Educación. ¡Muy triste!

    Un saludo.

  16. 12/11/2008 20:20

    Te contesto aquí a la pregunta que me haces en el comentario a tu entrada de ayer, porque sé que te hará más ilusión.

    Y lo que quiero decirte es que te has equivocado de oficio, Elisa. Serías una magnífica novelista «novelera». Tu talento para la crónica cotidiana (¡todavía me resuena en los oídos aquel magnífico romance tuyo, seguidor del meme de ripios blogueros!) no tiene rival.

    Sí que comencé a leer esta entrada, pero la dejé a la mitad porque suponía que estaba relacionada con alguna disposición oficial de la Junta de la que no tenía datos suficientes. Ahora acabo de terminarla, y ya veo claro por dónde van los tiros.

    Algún día tendremos que contabilizar las horas que hemos invertido en las TIC «extracurriculares». O mejor no, pues tal vez nos daría un mal moral. En todo caso, te aseguro que tienes en la distancia mucha gente que te lee y te admira.

  17. 12/11/2008 21:10

    Eduardo, estaba segura de que si la hubieses leído habrías dejado un comentario, porque cuando terminé de escribirla me acordé yo también del poema del meme, tiene el mismo tono, y como sé que te había gustado… En cuanto a lo de novelista novelera voy a ver si me voy preparando para cuando me jubile, aunque sólo sea para que me lean mis nietos en el futuro (si es que llego a tenerlos), ojalá mis abuelos hubiesen escrito las novelas de su vida.

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